lunes, 6 de agosto de 2012

#3

     Aquellos últimos acontecimientos hicieron que Alan variase su estrategia, las hojas sustraídas parecían conservar algún tipo de conexión con el libro y si él podía leer las frases del criminal que lo  utilizaba, posiblemente el atracador contaba con la misma ventaja. El dueño del libro, sin duda había evitado utilizarlo consciente de que aquel que tuviera las páginas robadas podría leerlo todo, fue cuestión de suerte que Alan escribiese antes que el criminal, sólo la suerte había decantado la balanza entre las dos únicas personas capaces de controlar el futuro. El chico rápidamente revisó todas sus inscripciones buscando cualquier dato que hubiera dado a su improvisado enemigo más información de la necesaria, pese a que la suerte se había posicionado claramente del lado equivocado, entre todo lo escrito sólo podía sacarse en claro su nombre. El ladrón de las páginas finales se llamaba Alan, esa era la única ventaja que al dueño del libro tenía sobre el chico.


     Con la sensación de no correr demasiado peligro y la certeza de que aquel criminal querría recuperar sus hojas tarde o temprano Alan decidió cambiar de ciudad, al menos por un tiempo. Nada más tomar aquella decisión, antes de poder preparar su equipaje, el timbre de la puerta lo obligó a encerrar bajo llave las páginas. Caminó hacia la puerta lentamente, sin emitir el más mínimo ruido y observó por la mirilla quien se encontraba al otro lado, un sentimiento de alivio le recorrió el cuerpo al ver la figura de Fran, amigo desde hacía décadas y la única persona en la que confiaba lo suficiente como para contarle lo sucedido, no le vendría mal un compañero de viaje en una situación como aquella y sin duda el  privilegiado intelecto de Fran le sería útil. Tras invitarlo a pasar decidió contarle la situación.
  
  - Comprendo que de ser descubierto correrías peligro, pero para el atracador no eres más que un nombre. Ni siquiera conoce tus apellidos.

     Alan guardó silencio mientras encendía el televisor, el telediario hablaba sobre una serie de asesinatos cometidos en los últimos días y ambos parecieron interesados por la noticia durante unos segundos.
  
  - El hombre al que asesinó vino aquí intentando ocultarse, este es el último lugar en el que el asesino perdió de vista el libro y de descubrir que el propietario de esta casa se llama Alan no tardaría mucho en atar cabos. Lo único que yo tengo contra él es su rostro, afortunadamente yo le he visto y él a mi no.
  
  - Al menos tienes esa ventaja sobre él, puedes ocultarte en algún hotel hasta que la policía lo atrape y si por casualidad acabase dando contigo no te sería difícil escapar. Él no te reconocería. 
  
  - No tengo intención de escapar - interrumpió Alan ante la sorpresa de su amigo -. Si me deshago de él podré adueñarme del libro al completo, no es más que un vulgar criminal con un poder mayor del que merece. Sin embargo continuar viviendo aquí me convierte en un blanco fácil, de descubrir quien soy no tardaría mucho en deshacerse de mi.


     Ambos guardaron silencio, daba la impresión de que a Alan no le temblaría el pulso si se le presentase la oportunidad de acabar con la vida de su oponente. Fran tenía serias dudas sobre si aquello sería lo correcto pero al fin y al cabo no era más que un asesino.

  -Necesito que hagas algo por mi - Comentó Alan mientras entregaba a su amigo un par de maletines y una carpeta -. quiero que saques todo mi dinero del banco, en este portafolios tienes todo lo necesario. Nos reuniremos en tu casa dentro de dos horas, pase lo que pase no vuelvas aquí.


     Fran aceptó realizar la tarea y se marchó dejando a Alan sólo. Decidido a no salir hasta dar a su hogar algo más de seguridad comenzó a hacer varias reformas en el salón, cuando casi había acabado de dotar al lugar de las características que merecía la situación una imagen en el televisor captó toda su atención, tras unos segundos de interferencias apareció en el centro de la pantalla el atracador que horas antes había tenido a apenas diez metros de distancia. Se encontraba sentado en un sillón con los pies sobre la mesa y el libro sobre su pecho, tras de sí se descubrían varios hombres portando armas de todo tipo y de fondo el plató donde normalmente se retransmitían los informativos. La imagen desconcertó durante unos segundos a Alan, que pronto cambió el desconcierto por curiosidad.

     "Para quienes no me conozcáis, mi nombre es Ángelo. Últimamente he aparecido mucho en televisión, casi siempre escapando de lugares en los que había cometido algún crimen y dejando en evidencia la eficacia de la policía de este país. Sin embargo, no es la incompetencia de los órganos públicos el tema a tratar. Tengo en mi poder las claves informáticas de los diez mayores bancos de nuestra maravillosa nación, ahora mismo tengo todo el dinero del país en mi poder, por decirlo de otro modo. Es una situación bastante divertida si estás en el bando adecuado. Ahora voy a formular mis peticiones, no quiero ser interrumpido hasta terminarlas y si algún héroe intenta detenerme todos los rehenes que tenemos cautivos pagarán las consecuencias. Trabaja mucha gente en una cadena de televisión..."

     Alan decidió dejar ahí el discurso y salió inmediatamente de la casa cerrando de un portazo la puerta a sus espaldas, sacó su vieja motocicleta del garaje y tomó rumbo a los estudios de televisión, a una velocidad considerable no tardaría mucho en llegar. Mientras conducía notó como el tráfico estaba más estancado que de costumbre, en la puerta del banco Towers se agolpaban decenas de personas buscando respuestas tras las declaraciones de Ángelo, una amenaza al dinero del pueblo y la civilización entraba en caos.

     Al llegar al edificio de la cadena televisiva Alan observó como varias decenas de coches patrulla lo habían rodeado, incluso había un helicóptero rondando el lugar. El riesgo que asumiría al entrar allí sería muy elevado pero la oportunidad de hacerse con el libro compensaba con creces el peligro. 
"Entro en uno de los coches patrulla y encuentro el uniforme y la documentación de un policía joven" escribió Alan en una de las páginas que llevaba consigo, "El coche está completamente cerrado y con la alarma puesta" obtuvo como respuesta. No había tiempo para la discreción, Alan rompió la ventana del coche policial y alargó el brazo hasta llegar al uniforme, allí afuera no quedaba nadie que hiciera caso a la alarma, todos los agentes habían entrado ya al edificio por lo que podría cambiarse sin preocuparse. Mientras se desvestía observó como una sombra se alzaba proyectada sobre el edificio, era la gigantesca silueta del torso de una persona. Alan miró al lugar del que provenía y descubrió como en la cornisa del edificio situado justo enfrente, a más de quince plantas de altura descansaba sentado alguien vestido con la misma chaqueta roja que Ángelo llevaba en el atraco, sin embargo en la enorme pantalla urbana del edificio Bran electronics seguía mostrándose la imagen del criminal ofreciendo su discurso al mundo. Alan se mantuvo inmóvil unos segundos hasta que una idea le rondó la cabeza, inmediatamente comenzó a correr hacia la moto.

     Ángelo había elegido el mejor lugar para observar la ejecución de su plan, aquel era uno de los edificios más altos de la zona y permitía unas maravillosas vistas de la ciudad.
  - Después de esto no habrá marcha atrás - advirtió una voz  tras él.
  - Mejor así, tan sólo quedan unos segundos. ¿No sientes un cosquilleo en el estómago?
  - El tal Alan sigue vivo, creo que eso es un problema...
  - No te preocupes por eso, ahora tan sólo disfruta de nuestro primer triunfo. Nos ocuparemos de ese insignificante detalle más adelante. Alan no es más que un muerto viviente.
   - Pero...
   - Guarda silencio - interrumpió bruscamente Ángelo -. Comienza una era.

     Durante unos segundos pareció no existir el ruido, tanto los escasos peatones como los conductores en la carretera dieron la impresión de quedar suspendidos en el tiempo, "la calma que precede a la tempestad" susurró Ángelo ansioso por ver al fin el inicio de su plan. Una enorme explosión derrumbó entonces el edificio de la cadena de televisión, repleto de agentes de policía y algunos empleados. Aquella no era la única explosión que podía observarse desde la cornisa donde el criminal había decidido asentarse, como si de una sinfonía se tratase las explosiones fueron sucediéndose en distintos lugares estratégicos de la ciudad. Todos y cada uno de los bancos quedaron reducidos a escombros, ese fue el único objetivo de los explosivos.
  -¡Felicidades Carlo! - gritó Ángelo a la vez que se giraba mostrando una amplia sonrisa-. Pasamos a ser oficialmente los más buscados del país. 

domingo, 5 de agosto de 2012

#2


     Como ya dije antes, no soy yo el protagonista de esta historia, mi papel en todo esto es más bien secundario y terminé como la mayoría de los actores secundarios, muerto. Aquel libro estuvo en mi poder exactamente ciento setenta y cinco días y un par de horas, en ese tiempo hice todo cuanto un hombre puede desear hacer y después, bueno después me morí. Tras mi muerte el libro fue pasando de unas manos a otras, normalmente con una o varias muertes de por medio, hasta llegar al único que hasta la fecha ha conseguido sobrevivir a todas y cada una de las trampas de este diablo de papel. Él es el protagonista de esta historia.

     Aquella noche reinaba el más absoluto silencio en casa del joven Alan Alexi, la oscuridad invadía cada rincón y el joven escritor disfrutaba de una tranquilidad difícil de encontrar en estos tiempos, tranquilidad que quedó destruida cuando un ruidoso estruendo proveniente de la planta baja alertó al chico. Con los nervios a flor de piel y armado con un viejo cúter de su época artística bajó las escaleras intentando hacer el menor ruido posible. Al llegar al salón pudo observar a lo lejos como su puerta, abierta de par en par, había sido forzada y el aparente responsable se hallaba tendido en el suelo a escasos metros de ella. El cuerpo, inmóvil y rodeado por un enorme charco de sangre hizo reaccionar al chico, que corrió hacia él y comprobó desconcertado la ausencia de pulso, a unos centímetros del cadáver Alan observó un viejo libro de aspecto descuidado que parecía haber salido despedido tras desplomarse su dueño, abierto sobre el suelo, dejaba ver un pequeño texto que el curioso escritor no pudo evitar ojear por encima. Con un cadáver aun caliente a un lado y un extraño libro al otro era casi imposible mantener la calma, de pronto el silencio que imperaba en el lugar volvió a romperse, unos pasos cada vez más cercanos obligaron a Alan a volver en si y casi de forma automática utilizó el cuter para hacerse con unas cuantas de las hojas finales del libro, sin perder un segundo entró en el salón y se ocultó tras una de las gigantescas cortinas que ocultaban las ventanas, sería casi invisible entre aquella oscuridad. Los pasos se oían ya dentro de la casa y ahí se mantuvieron durante unos segundos, después se alejaron hasta desaparecer en algún lugar de la noche. Aún así el chico procuró dejar pasar un tiempo prudencial antes de salir de la seguridad de su escondrijo y avisar a las autoridades.

     La investigación se mantuvo abierta un par de semanas, puesto que no se encontraron pruebas y la víctima carecía de documentación alguna el caso quedó cerrado, quizás si Alan no hubiese omitido el detalle del libro los agentes habrían tenido algún hilo del que tirar, sin embargo mantuvo en secreto su existencia, y con ella las hojas que tenía en su poder. Una vez cerrada la investigación, sin agentes  ni periodistas aporreando su puerta constantemente para acribillarlo a preguntas tendría la tranquilidad necesaria para utilizar las páginas del libro, no sería la primera vez, había hecho uso de ellas en varias ocasiones desde la noche en que lo encontró , pero siempre con la precaución del que se sabe vigilado.
" Alan va al banco y descubre que sus inversiones le han dado un beneficio del cincuenta por ciento". El joven, que había amasado una pequeña fortuna invirtiendo sus ahorros durante las últimas semanas esperó la respuesta del libro, "Tras comprobar sus cuentas Alan ve como un atracador irrumpe en el lugar llevándose una bolsa de una de las cajas fuertes del banco". Según el libro, nadie saldría herido de aquel atraco y su dinero tampoco corría peligro por lo que decidió no hacer nada, bastaría con hacer una llamada anónima a la policía avisando del crimen, ellos se encargarían de todo.

     Al llegar al banco, y tras comprobar los beneficios de sus aciertos bursátiles Alan oyó como a sus espaldas, en el exterior, rugía el motor de un coche que le resultaba familiar, un flamante Mustang Shelby aparcaba frente a la puerta y de su interior salía un joven de aspecto algo descuidado, media melena y barba sin afeitar. Su llamativo traje rojo, a juego con su coche provocó las miradas indiscretas de muchos de los presentes, lo que le ahorró el trabajo de llamar la atención .
  - Señores - dijo alzando la voz a la vez que sacaba un par de revolveres de aspecto antiguo y disparaba al guardia que custodiaba la puerta -. Esto es un atraco.

     Todos sin excepción se tumbaron en el suelo mientras el criminal caminaba sin prisa con un revolver en cada mano, parecía tener claro hacia donde dirigirse. Se perdió en una habitación tras los mostradores y volvió unos segundos más tarde con una pequeña bolsa negra cogida por los dientes, al salir se vio rodeado por más de una docena de agentes apuntándole, uno de ellos le ordenó que tirase las armas y caminase lentamente hacia ellos, lo que el agente obtuvo como respuesta fue un disparo que se perdió a apenas unos centímetros de su cabeza. Una lluvia de balas se abalanzó entonces sobre el criminal, tres eternos segundos en los que los disparos no paraban de resonar y el delincuente se mantenía inmóvil, con los brazos en cruz frente a la puerta del edificio. Los disparos cesaron y el atracador seguía intacto, ninguna bala lo había llegado a alcanzar, tras de si, en el cristal reforzado de la puerta del banco se hallaban las decenas de balas utilizadas dibujando la silueta en cruz del atracador, que inmediatamente después de que se detuvieran los disparos soltó una carcajada al viento y disparó a los coches patrulla haciendo explotar dos de ellos, levantando así una nube de humo negro que aprovechó para escapar conduciendo justo al lado de los coches incendiados. Un último disparo, procedente de uno de los agentes entró por la ventanilla trasera del mustang provocando un pequeño derrape antes de que el lujoso coche desapareciera entre las transitadas calles. Aquel incidente acabó siendo mucho más de lo que Alan había supuesto.      

     Al llegar a casa, Alan comprobó como en las páginas en blanco que él guardaba bajo llave había aparecido la frase "Salgo ileso del atraco" con una caligrafía distinta a la del libro y a la suya propia, aun así el libro pareció contestar al misterioso escritor, "Un agente me dispara cuando estoy a punto de escapar". No necesitó mucho tiempo para relacionar hechos.

viernes, 3 de agosto de 2012

# 1

     Recuerdo los tiempos en los que podía disfrutar de un buen plato de comida, cuando aquella desafortunada maldición aun no había irrumpido en mi vida disfrazada hábilmente de regalo divino, ahora se que aquel regalo venía de mucho más abajo. Llegó escondido tras la máscara de lo inofensivo, un libro, un inocente libro abandonado en mitad de un callejón que yo tuve el infortunio de atravesar aquella gélida noche, de haberme quedado en casa nunca me habría topado con él y ahora podría disfrutar de una buena cena, sin embargo lo encontré, lo cogí y lo llevé a casa movido por una curiosidad irracional que me obligaba a descubrir lo que sus páginas escondían. Obedecí sin pensar mis deseos infantiles y ahora la comida se vuelve ceniza en mi boca. 

    Me resulta irritante hablar tanto de mi persona, de hecho no soy yo el protagonista de esta historia, no obstante para comprenderla antes tienes que saber algunas cosas. Al llegar a casa aquella noche me sentía ansioso por descubrir el contenido de un libro como aquel, el cuero marrón que lo cubría parecía de muy alta calidad y los bordes bañados en oro de la portada le daban un aspecto clásico y elegante difícil de pasar por alto. No existía título alguno, tanto la cubierta como el lomo se encontraban completamente limpios, sin rastro de palabra, un detalle que no hacía sino agrandar el misterio de aquel ejemplar. La primera página no decepcionó, un breve texto con una prosa exquisita y una elegante letra explicaba en apenas un par de párrafos la utilidad del libro. Escribir el futuro, esa era la función de aquel tomo, la única condición que se establecía era que sería el propio libro el que escribiría el final de aquel futuro, además de esta pequeña introducción la página contenía 10 normas sobre su utilización. Conforme avance la historia iré desvelando todas y cada una de las normas.

     No perdí ni un sólo segundo en pasar de página, como novela de ficción aquel ejemplar se me antojaba una valiente obra de arte, un desafío al arte comercial que había invadido la literatura desde hacía algún tiempo, como solía decirme mi padre, "el dinero es el mayor asesino del arte". Todas mis expectativas se derrumbaron al pasar de página, no descubrí más que una hoja en blanco, tras aquella brillante introducción el libro no volvió a dejar ver una letra entre sus páginas,. Un universo virgen, con eso me encontré.

     He de aclarar que la idea de que aquel libro funcionase del modo que explicaba su introducción me rondó la cabeza, por un momento dejé volar la imaginación y soñé con todo lo que podría conseguir, sin embargo hasta nuevo aviso las hadas no existían y no iba a ser yo quien cayese en la trampa de algún bromista con mucho tiempo libre. Mi orgullo me impedía escribir en aquel libro y durante unos instantes esa fue mi postura... Una vez más la curiosidad ganó la batalla y escribí en la primera página del libro algo sencillo, algo que no dejase lugar a dudas sobre su poder, suponiendo que lo tuviera. 
"La vecina de enfrente tocará a mi puerta y me entregará un fajo de dinero"
Nada más acabar de escribir aquello fue apareciendo, letra tras letra, un pequeño texto que complementaba al mio, "tras entregarme el fajo me golpeará en la cara". Aquella visión me dejó inmóvil, las palabras aparecían como por arte de magia en la hoja, como escritas por una pluma invisible. Segundos después el timbre sonó, no es necesario un cociente intelectual privilegiado para deducir quien se encontraba al otro lado de la puerta, mi vieja vecina me saludó con un afectuoso abrazo a la vez que me decía que tenía algo para mi, el olor a alcohol había inundado todo el lugar y era muy evidente que la vieja señora había estado empinando el codo no hace mucho, me entregó un montón de billetes unidos con una cinta elástica y se despidió sin darme tiempo a reaccionar, antes de doblar la esquina del fondo del pasillo volvió a gritar mi nombre junto a unas palabras indescifrables y me lanzó una lata de refresco con una fuerza descomunal para su edad, yo no pude más que recibir el golpe de la lata en el rostro y ver como la señora desaparecía a lo lejos corriendo como si de una niña traviesa se tratara. Este es el momento exacto en el que comenzó mi maldición.